jueves, 20 de enero de 2022

Unidad 1. Fisiología de la circulación sanguínea.

El sistema cardiovascular consta de tres componentes interrelacionados: sangre, corazón y vasos sanguíneos. La sangre, el único tejido conectivo líquido en el cuerpo humano, desempeña tres funciones generales: Transporte, Regulación y Protección. El corazón es una bomba que hace que la sangre circule por alrededor de 100 000km de vasos sanguíneos. Los vasos sanguíneos forman un sistema de conductos cerrados que llevan la sangre que bombea el corazón a los tejidos del cuerpo y luego la regresan a la válvula cardiaca. Las arterias son vasos por los que circula la sangre del corazón a los tejidos, estas a su vez se dividen en otras más pequeñas, las arteriolas, cuando entran en los tejidos se ramifican en incontables vasos microscópicos, los capilares. El intercambio de sustancias entre la sangre y los tejidos ocurre a través de las delgadas paredes de estos conductos, los cuales antes de salir de las estructuras tisulares, se unen en grupos de capilares para formar pequeñas venas, las vénulas, que se fusionan para dar orígen a los vasos sanguíneos de calibre cada vez mayor, las venas llevan la sangre de regreso al corazón.

Pese a su enorme capacidad de bombeo, el corazón es una estructura cónica relativamente pequeña, de tamaño casi igual al del puño de una persona: unos 12 cm de longitud, 9 cm de ancho y 6 cm de grosor máximo; su masa promedio va de 250 y 300 gr en mujeres y varones adultos, respectivamente. Se localiza en plano superior inmediato al diafragma cerca de la línea media del tórax en el mediastino, masa de tejidos que se sitúa entre el esternón y la columna vertebral, delimitado por la pleura que recubre los pulmones, se encuentra con dos tercios de su masa a la izquierda de la línea media.

El corazón se encuentra rodeado de una membrana que lo protege, el pericardio, el cual impide que el corazón se desplace de su posición en el mediastino. El pericardio consta de dos capas principales, el pericardio fibroso y el seroso. El pericardio fibroso es superficial y se compone de tejido conectivo denso e irregular resistente; semeja una bolsa apoyada en el diafragma y que se inserta en éste. El pericardio seroso es la porción profunda y se trata de una membrana más delgada y delicada que forma una doble capa alrededor del corazón. Entre estas dos capas, está una delgada película de líquido seroso, el líquido pericárdico, mismo que reduce la fricción entre las membranas resultante de los movimientos cardiacos.

El corazón está conformado por tres capas: la externa, el epicardio, la intermedia, el miocardio y la más interna, el endocardio.

El epicardio, también llamado capa visceral del pericardio seroso, es la capa, transparente y delgada que confiere textura lisa y resbaladiza a la superficie externa del corazón. El miocardio o capa intermedia, también llamado músculo cardiaco, abarca gran parte de la masa cardiaca y de él depende la función del bombeo; aunque estriado, como los músculos esqueléticos, el miocardio es involuntario. El endocardio es la capa interna y consta de endotelio delgado, constituye un revestimiento liso de las cavidades y válvulas cardiacas. El endocardio guarda continuidad con el endotelio de revestimiento de los grandes vasos torácicos que llegan al corazón o nacen de este. El corazón posee cuatro cavidades. Las dos superiores son las aurículas y las dos inferiores los ventrículos. En la superficie anterior de cada aurícula se observa una estructura arrugada a manera de bolsa, la orejuela, llamada así por su parecido a la oreja de un perro. Cada orejuela incrementa levemente la capacidad de la aurícula, de modo que ésta reciba un mayor volumen de sangre. La sangre fluye de la aurícula derecha al ventrículo derecho por la válvula tricúspide, llamada así porque consta de tres hojuelas o cúspides; las válvulas cardiacas se componen de tejido conectivo denso con recubrimiento de endocardio. De la aurícula izquierda al ventrículo izquierdo la sangre pasa por la válvula mitral o bicúspide, que tan solo tiene dos cúspides.

El grosor del miocardio varía de una cavidad cardiaca a otra, según su función. Las aurículas son de pared delgada, ya que solo transfieren la sangre a los ventrículos adyacentes, mientras que estos deben bombear la sangre a mayores distancias, por lo que su pared es más gruesa. Aunque los ventrículos se comportan como dos bombas separadas, que expulsan simultáneamente volúmenes iguales de sangre, la carga de trabajo es mucho menor para el ventrículo derecho. Ello se debe a que bombea la sangre a los pulmones, que están cercanos y presentan poca resistencia al flujo de la sangre, al tiempo que el ventrículo izquierdo la bombea al resto del cuerpo, donde es mayor la resistencia al flujo sanguíneo. Así pues el ventrículo izquierdo trabaja mucho más que el derecho para mantener el mismo volumen de sangre. La anatomía de estas dos cavidades confirma tal diferencia: la pared muscular del ventrículo izquierdo es mucho más gruesa que la del derecho. Al contraerse, cada cavidad del corazón impulsa un volumen dado de sangre a un ventrículo o arteria. Las válvulas se abren y se cierran en respuesta a los cambios de presión con la contracción y relajación cardiacas. Cada válvula permite solo el flujo unidireccional de la sangre, al abrirse para el paso de este líquido y cerrarse para evitar su reflujo. Puesto que se localizan entre una aurícula y un ventrículo, las válvulas tricúspide y mitral también se denominan conjuntamente válvulas auriculoventriculares. Las dos válvulas semilunares permiten la salida de sangre del corazón a las arterias e impiden su reflujo hacia los ventrículos. Ambas constan de tres cúspides semilunares, como lo indica su nombre, cada una de las cuales se inserta por su borde converso externo en la pared arterial. Los bordes libres de las cúspides se curvan hacia afuera y se proyecta en la luz arterial. Al contraerse los ventrículos se acumula presión en ellos. Las válvulas semilunares se abren cuando dicha presión es mayor que la existente en las arterias, lo cual permite el flujo sanguíneo de los ventrículos hacia el tronco de la arteria pulmonar y la aorta. Al relajarse los ventrículos, se inicia el reflujo de sangre hacia el corazón, lo cual llena la superficie de las cúspides valvulares y hace que se cierren herméticamente las válvulas semilunares.

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